¡AMADOS, SI DIOS NOS HA AMADO TANTO, TAMBIÉN NOSOTROS TENEMOS QUE AMARNOS LOS UNOS A LOS OTROS! // ESTIMATS, SI DÉU ENS HA ESTIMAT TANT, TAMBÉ NOSALTRES ENS HEM D’ESTIMAR ELS UNS ALS ALTRES!

Domingo, 26 de julio de 2015

Domingo XVII, ciclo B

(Foto: Jesús crucificado, del Mestre de Lluçà, Museu Episcopal de Vic)

Jesús marcha a la Otra Orilla del Lago de Tiberíades, y le sigue mucha gente.

Estaba cerca la Pascua de los Judíos.

Elevado sobre la Cruz atraeré a todos hacia mí, con lazos de Amor.

Jesús nos atrae hacia la Otra Orilla, donde el Padre lo es Todo en todos.

Un solo Dios Padre de todos, que lo trasciende todo, lo penetra todo y lo invade todo (o es presente en todo).

En el corazón del hombre hay un anhelo de un Amor infinito y eterno. Hay hambre de Amor infinito y sed de eternidad. Y esto sólo lo puede saciar Dios mismo.

Por ello la Iglesia siempre ha visto en la multiplicación de los panes y de los peces una profecía de la Eucaristía, donde Dios mismo se hace alimento de Vida Eterna.

Dice un padre de la Iglesia, que fue muy apropiado que Jesús, al nacer, fuera puesto en un pesebre (una “menjadora”, en catalán), en el lugar donde se pone el alimento, pues tenía que ser Alimento de Vida Eterna, en la Eucaristía.

Se admira el gran filósofo y creyente Pascal, del hecho que el corazón del hombre, tan aparentemente insignificante, anhele lo infinito y eterno.

Y es que Dios ha puesto la Eternidad en el Corazón del hombre (Cf. Eclesiastés 3,11).

Y si Dios ha puesto la Eternidad en el corazón del hombre, no ha sido para frustrar ese anhelo, sino para llevarlo a plenitud.

Y esa plenitud la encontramos en el Padre Eterno, que es la fuente del Amor Eterno. Es el Amor Eterno del Padre el que engendra desde toda la Eternidad, al Hijo. Y el Hijo eternamente engendrado por el Padre, es todo él respuesta de Amor al Padre que le ha engendrado. De tal manera que entre el Padre y el Hijo hay un Amor tan Infinito y Eterno que tiene personalidad: la Persona del Espíritu Santo.

Este infinito y eterno misterio de Vida y de Amor interpersonal, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es el Origen de Todo y el destino de Todo.

Aunque mejor dicho: es el Origen de Todo y el destino al cual Todo está llamado. Respetando plenamente la libertad del hombre y de los ángeles.

En este sentido, qué bellas las palabras que hemos escuchado de San Pablo, en la segunda lectura (Efesios 4,1-6):

Hermanos, Yo, el prisionero por el Señor, os pido que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener (o en estrechar) la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.

De esta unidad del Espíritu, y de este vínculo de la Paz entre los cristianos, va a depender que nuestro mensaje sea, o no, creíble para nuestro mundo.

Por ello es tan grave que los cristianos no podamos compartir la misma eucaristía. Es grave porque esto hace que nuestro mensaje al mundo no sea creíble.

No es creíble que Dios sea Amor, si los cristianos no nos amamos los unos a los otros.

La clave nos la da San Pablo. Escuchemos nuevamente sus palabras:

Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos (o también: no escatiméis ningún esfuerzo) en mantener (o en estrechar) la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.

Y continúa:

Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Un solo Dios, Padre de Todo (y de Todos), que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo (o es presente en todo).

El Amor es la Síntesis del Cristianismo. Y Esto es el Amor, dice San Juan, en su primera carta:

No que nosotros nos hayamos avanzado a amar a Dios, sino que Dios ha sido el primero en amarnos, tanto, que ha mandado a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado tanto, también nosotros tenemos que amarnos los unos a los otros (1 Jn 4,10-11).

¿Por qué tengo que amar al hermano? Porque Dios te ha amado mucho a ti primero.

¿Pero si no lo puedo ver ni en pintura, si me ha hecho una mala pasada, si no me cae nada bien…?

¡Pues, tienes que amarle porque Dios a ti te ha amado tanto primero!

Pero esta es una razón que no la acabo de entender.

Es que, como dice Pascal, el corazón tiene unas razones que la razón no entiende. ¡Y la principal razón del Cristianismo, es una Razón del Corazón, que la razón no acaba de entender!

Los cristianos, tan divididos como estamos, sin poder celebrar la misma eucaristía, el mismo Memorial del Amor más grande que este mundo ha conocido, deberíamos ponernos (con la imaginación) Todos juntos al pie de la Cruz del Redentor, y recordar las palabras de San Juan, mirando con Fe y Amor al Crucificado: ¡AMADOS, SI DIOS NOS HA AMADO TANTO, TAMBIÉN NOSOTROS TENEMOS QUE AMARNOS LOS UNOS A LOS OTROS!

Que María Santísima, la valiente co-redentora, al pie de la Cruz, todos los santos y santas del cielo, y todos los ángeles de Dios, nos ayuden, para que llegue pronto el día en que los cristianos seamos Uno, y el Mundo Crea, Espere, Ame y se salve.

Y así sean muchos y muchas los que nos acompañen, con Jesús, a la Otra Orilla, donde el Padre Eterno nos espera con los brazos abiertos, para las fiestas de las Alegrías Eternas que nos tiene preparadas desde toda la Eternidad.

Que así sea.

Que així sigui.

 

Mn. Joan Manuel Serra i Oller (jserrao@bisbatsantfeliu.cat)

 

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(Versió catalana en preparació. S’escriu primer en castellà perquè la majoria dels destinataris, al Continent Digital, son de llengua castellana).

 

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