LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
REPRESENTADOS EN LAS VIDRIERAS
de la Parroquia del Espíritu Santo de Barcelona

FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

I N T R O D U C C I Ó N

La presentación que ahora empieza pretende ser una explicación de estas vidrieras que hemos puesto cerca del altar con motivo del Año del Espíritu Santo, que se celebra en 1998 como preparación para el tercer milenio. También queremos que sea una catequesis sobre el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es la persona a quien adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia lo ha recibido del Señor y lo profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (Cat I.C., 691). De acuerdo con la descripción que los evangelistas hacen de Él, artistas de todos los tiempos han representado al Espíritu Santo con una paloma o con lenguas de fuego, como podemos contemplar en la vidriera del presbiterio.

San Mateo nos dice que, cuando Jesús fue bautizado por San Juan Bautista, "salió del agua y, mientras salía, se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz del cielo decía: Este es mi hijo amado, en quien me he complacido" (Mt 3, 16-17).De la misma forma, el Espíritu Santo baja y reposa sobre el corazón purificado de los nuevos bautizados.

Los cristianos, por el Bautismo, somos templos del Espíritu Santo. En la primera carta a los Corintios, San Pablo dice lo siguiente: "¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habéis recibido de Dios y habita en vosotros? Ya no os pertenecéis a vosotros mismos" (1Cor 6, 19). El Espíritu Santo es el don que nos ha dado Jesucristo resucitado y que la Iglesia nos recuerda al principio de la Misa: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y el don del Espíritu Santo estén con todos vosotros".

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

Cuando hablamos de don, queremos referirnos a algo que damos gratuitamente y sin esperar recompensa. Los dones del Espíritu Santo hacen que los fieles sean dóciles a los impulsos del mismo Espíritu Santo, y nos ayudan a seguirlos.

Los dones del Espíritu Santo son siete, como podéis ver en las vidrieras. Empezamos por la vidriera del presbiterio. San Lucas nos dice que, el día de Pentecostés, el Espíritu Santo bajó sobre los apóstoles y María en forma de lenguas de fuego: "Aparecieron lenguas de fuego, que se repartían y posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron

a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les movía a expresarse" (Act 2, 3-4). San Pablo dice en la primera carta a los Tesalonicenses: "No apaguéis la fuerza del Espíritu" (1 Tes. 5, 19).

El fuego simboliza la fuerza transformadora de las acciones del Espíritu Santo.

EL PRIMER DON: LA SABIDURÍA

El don de la sabiduría, según Santo Tomás, consiste en la recta contemplación de lo divino. Se representa con un triángulo, símbolo de la trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y el ojo de Dios que lo sabe todo y lo ve todo.

San Pablo dice en su carta a los Romanos: "A ese Dios, el único sabio, sea la gloria por siempre a través de Jesucristo" (Rom. 16, 27).

El rey Salomón reza así: "Dame la sabiduría que tienes a tu lado, en tu trono, y no me consideres indigno de estar entre tus servidores" (Sal. 9, 4).

Para nosotros los cristianos, Jesucristo es nuestra sabiduría, como afirma San Pablo: "A él debéis vuestra existencia cristiana, ya que Cristo se ha hecho para nosotros sabiduría divina, justicia, santificación y redención" (1Cor 1, 30). Por otro lado, en los Laudes del martes de la primera semana, decimos: "Danos, Señor, tu sabiduría eterna, para que hoy nos acompañe y dirija nuestras obras".

 

 

 

EL SEGUNODO DON: EL ENTENDIMIENTO

El entendimiento como don también podemos llamarlo inteligencia. Es el don que perfecciona nuestra fe y nos permite profundizar interiormente en el conocimiento de Dios, así como saborear los misterios de dicha fe y las verdades sobrenaturales. Es un don que tiene una proyección hacia el amor a nuestros hermanos.

Este don se representa con un candil en una luz encendida y el aceite que lo alimenta. En la secuencia de la fiesta de Pentecostés, la Iglesia llama al Espíritu Santo Luz bondadosa. El aceite nos recuerda a la persona de Jesucristo concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y llamado Cristo, que en Hebreo quiere decir 'ungido'. Los ángeles anuncian el nacimiento de Jesús diciendo: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor" (Lc 2, 11). Y el mismo Jesús, en la sinagoga de Nazaret, convierte en suyas estas palabras de Isaías: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos" (Lc 4, 18).

Por su parte, San Pablo propone a los corintios esta reflexión en voz alta: "¿Qué haré? Oraré movido por el Espíritu, pero intentando entender lo que digo.

Cantaré movido por el Espíritu, pero intentando entender lo que canto" (1Cor 14, 15).

El evangelio de San Lucas dice que Jesús "iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio ante Dios y ante los hombres" (Lc 2, 52). Todos crecemos en edad. También deberíamos crecer en entendimiento y gracia ante Dios y ante los hombres.

EL TERCER DON: EL CONSEJO

El don del consejo nos ayuda a ser prudentes. Según Santo Tomás, nos mueve a cumplir la voluntad de Dios y a obrar rectamente en los momentos difíciles. Como hijos de Dios, somos guiados por su Espíritu. El himno 'Veni creator Spiritus1 (Ven, Espíritu creador), de las vísperas de Pentecostés, invoca al Espíritu Santo como el "dedo de la derecha del padre". Esta es la razón por la que hemos grabado la mano y el dedo que señala, para pedir que nos guíe por el camino de la santidad.

"Si yo expulso a los demonios con el poder de Dios, el reino de Dios ha llegado a vosotros", dice el evangelio de San Lucas (Lc 11, 20). El salmista asegura: "Yo nunca me separo de ti: me das la mano, me guías en tu consejo" (Sal. 73, 24).

Dejaos guiar por el Espíritu Santo como hijos de Dios! San Pablo dice: "Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios" (Rom 8, 14). Y en los momentos difíciles o dudosos de nuestra vida, tenemos que saber

pedir consejo al Espíritu Santo.

Por Cristo, con Él y en Él. A Ti, Dios padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén. Así acabamos la plegaria eucarística.

 

 

EL CUARTO DON: LA FORTALEZA

El don de la fortaleza nos da fuerza en las dificultades, y firmeza y constancia en la práctica del bien. Una persona valiente y con coraje, y que no tiene miedo, es una persona fuerte. Por ejemplo, San Ignacio de Antioquia deseaba el martirio, ser devorado por los leones y triturado por sus dientes con el objetivo de convertirse en pan inmaculado?^ "Dejadme ser pasto de las fieras, que me posibilitarán llegar hasta Dios. Soy trigo de Dios. Me machacarán los dientes de las fictas y seré un pan blanquísimo para Cristo'^ ( carta a los Romanos).

El martirio de San Esteban nos ha inspirado la idea de poner la palma y la corona, símbolos del triunfo y de la victoria. Los mártires, dando la vida por Jesucristo, han triunfado sobre la muerte.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, leemos: "Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales en el pueblo. Algunos de la sinagoga llamada 'de los libertos', y también cirenenses y alejandrinos, y algunos de Cilicia y de la provincia de Asia se pusieron a discutir con él; pero al no poder resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba, sobornaron a unos hombres que dijeran: Hemos oído a éste blasfemar contra Moisés y contra Dios" (Act 6, 8-11).

El libro del Éxodo nos dice: "Mi fuerza y mi canto es Yahvé. Él ha sido mi salvación. Éste es mi Dios y quiero alabarle" (Ex 14, 15).

San Pablo, en la carta a Timoteo, se refiere a la fuerza: "Doy gracias al que me ha fortalecido nuestro Señor Jesucristo" (1 Tim 1, 12), y añade: "Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de ponderación. No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor" (2 Tim 1, 7-8).

San Agustín afirma en sus confesiones: "Yo buscaba la manera de adquirir la fortaleza que me hiciese apto para gozar de Vos; solamente la encontré abrazando a Jesucristo, que es Dios por encima de todo y es el camino, la verdad y la vida". Abrazar a Jesucristo. En la liturgia de las horas, rezamos diciendo: Muéstranos, Señor, tu misericordia. Que tu gozo sea nuestra fortaleza (de los Laudes del jueves de la primera semana).

EL QUINTO DON: LA CIENCIA

El don de la ciencia nos da un conocimiento profundo de lo divino. Nos hace penetrar en el sentido de las Sagradas Escrituras y nos ayuda a profundizar en las cosas creadas para descubrir al Creador.

San Juan de la Cruz pinta a Dios pasando por el espacio y por el Universo y, al pasar, va dejando gracias. Al reflejar su divina figura en lo creado, las va revistiendo de luz: "Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura y yéndolas mirando, con solo su figura vestidos los dejó de su hermosura".

Si miramos esta vidriera, podemos recordar cómo el catecismo tridentino nos define el Espíritu Santo como una "fuente de bondad" (part 1, cap 9). Cuando una persona es muy sabia, decimos que es un pozo de ciencia. Jesús dijo: "Si alguien tiene sed, venga a mí y beba." Como dice la Escritura, de lo más profundo de todo aquél que crea en mí, brotarán ríos de agua viva. Decía esto refiriéndose al Espíritu que recibirían los que creyesen en El (Jn 7, 38-39). Esta frase es del evangelio de Juan.

El don de la ciencia nos permite entender las palabras de Jesús. El evangelista San Juan lo describe así: "Os he dicho todo esto durante el tiempo de mi permanencia entre vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, a quien el Padre os enviará en mi nombre, hará que recordéis lo que yo os he enseñado y os lo explicará todo" (Jn 14, 25-26).

La Iglesia reza diciendo: Regad la humanidad con el agua del Espíritu Santo que brota del Corazón de Cristo (de la Liturgia de las horas de Pentecostés).

 

EL SEXTO DON: LA PIEDAD

El don de la piedad nos anima a dar culto a Dios como Padre, orienta nuestro corazón hacia Dios y, como hijos suyos, nos une a Cristo, a la Virgen María y a los santos. También nos hace sentir el amor a nuestros hermanos.

El cristiano, por el don de la piedad, tiene una confianza grande en el Padre. Le entrega su corazón y busca su gloria. Por piedad también entendemos compasión, misericordia.

La definición que Santo Tomás nos proporciona en la Suma Teológica (2,2.q 121) es que, al don de la piedad, le pertenece dar culto a Dios como padre por inspiración del Espíritu Santo. Estas palabras de Santo Tomás nos han recordado la posición de las manos cuando el sacerdote celebra la Misa, principalmente en la plegaria eucarística. Por ello, se han puesto dos manos, en señal de plegaria y devoción.

San Pablo, en la carta a Tito (1-1), escribe: "Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, para llevar a los elegidos de Dios la fe y el conocimiento de la verdad que se manifiesta en, piedad, con la esperanza puesta en la vida eterna".

Piedad quiere decir compasión y misericordia, como la que manifestó Jesús en su vida y que Marcos nos expresa en esta frase: "Al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, Bartimeo, el hijo de Timeo, un mendigo ciego, estaba sentado al borde del camino. Cuando se enteró de que era Jesús el nazareno, se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí! Muchos le reprendían para que se callara. Pero él gritaba todavía más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Llamaron entonces al ciego, diciéndole que se levantase. Tirando su manto, el ciego dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: Maestro, que recobre la vista. Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Al momento recobró la vista y le siguió por el camino" (Mc 10, 46-52).

El gran artista Miguel Ángel representa la piedad de la Virgen María en la inmortal imagen de la Piedad que hay en San Pedro del Vaticano.

Si no somos piadosos, llegar a serlo es de nuestra incumbencia, como dice San Pedro: "Dios, con su poder y mediante el conocimiento de aquél que nos

llamó con su propia gloria y potencia, nos ha otorgado todo lo necesario para una vida religiosa" (2 Pe 1, 3).

El evangelista Lucas nos habla de un hombre justo y piadoso cuando José y María presentaban al niño Jesús en el templo. Dice así: "Había, entonces, en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón. Era justo y piadoso, esperaba que Israel fuese consolado y tenía el don del Espíritu Santo. En una revelación, el Espíritu Santo le había dicho que no moría sin haber visto al Mesías del Señor. Entonces, fue al templo guiado por el Espíritu, cogió a Jesús en brazos y bendijo al Señor diciendo: Ahora, Señor, deja que tu siervo se vaya en paz".

Recordad nuestra oración en la Misa: Señor, ten piedad; Cristo, ten piedad; Señor, ten piedad.

EL SÉPTIMO DON: EL SANTO TEMOR DE DIOS

Este último don hace que no nos apartemos de la persona que nos ama de verdad: Dios. Es un temor filial, del hijo que ama y respeta al Padre.

El Espíritu Santo, mediante el temor de Dios, en su presencia, nos ayuda a apartarnos de las malas tentaciones y del peligro de pecar.

Dice el evangelista San Juan: "Nadie ha subido al cielo, a no ser el que de allí vino, es decir, el Hijo del Hombre, cuya patria es el cielo. Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, este Hijo del Hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Dios amó al mundo hasta el extremo de entregarle a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga una vida eterna. Dios no envió a su hijo al mundo para dictar sobre él sentencia de condenación, sino para salvarle por medio de él" (Jn 3, 13-17).

Estas palabras de San Juan han inspirado la vidriera del don del Espíritu Santo que ahora comentamos. Los israelitas, que pecaron, encontraron la salvación mirando la serpiente. Nosotros, los cristianos, la encontramos mirando la cruz de Jesucristo, salvador del mundo.

San Juan, en su epístola, nos dice que "en el amor no hay lugar para el temor. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor supone castigo, y el que teme no es perfecto en el amor".

San Pablo, dirigiéndose a los fílipenses, decía: "Esforzaos con santo temor en lograr vuestra salvación" (Flp 2, 12).

En el libro del Eclesiástico, podemos leer: "El temor del Señor es gloria y satisfacción, es corona de alegría. El temor del Señor da gloria, alegría y larga vida"(Ecll, 11).

Sin duda, estas palabras de las Sagradas Escrituras ayudarán a entender un poco el don del temor, siempre en positivo. San Alfonso María de Ligorio, un

napolitano fundador de la Congregación del Santísimo Redentor, decía: "Lo que no hace el amor no lo hace el temor".

Que el Espíritu Santo os conceda sus dones y os crecer en el amor a Jesucristo.


FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO 
¿Qué son?
Los frutos del Espíritu Santo  son perfecciones  que forman en nosotros como primicias de la gloria eterna.
¿Cuáles son los frutos de ’Espíritu Santo?

San  Pablo a los Gálatas 5,23. dice cuáles son:
Amor, gozo, paz paciencia, benignidad bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de uno mismo.

Los frutos del Espíritu Santo según:
EL Concilio Vaticano II en la Lumen gentium dice que el Espíritu Santo  embellece a la Iglesia con sus frutos.

Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica I-II-q.70 dice que los frutos del Espíritu Santo  son los productos del Espíritu Santo  en nosotros, y los compara con los frutos que se recogen al final de las ramas que provienen de una savia vigorosa que nos deleitan y nos alegran.

Los frutos del Espíritu Santos son la cosecha del Espíritu Santo , dice el padre Congar. en su libro sobre el Espíritu Santo.

1. Amor

Es el fruto que nos da a Dios mismo. Nosotros somos templos de l’Espíritu Santo  por el bautismo.

2.Gozo

Quien ama a Dios, disfruta de su presencia y su manifestación de amor.

3. Paz

La paz es un regalo de Jesús resucitado: Felices quienes trabajan por la paz: Dios los llamará hijos suyos ( Mt 5,9).

4. Paciencia

Nos ayuda a soportar los sufrimientos físicos y morales por amor a Dios.

5. Benignidad

Es la fruición de hacer bien a los hermanos.

6. Bondad

La disposición de buscar siempre el bien de los otros.

7. Fidelidad

Saber mirar y amar con los ojos de Dios.

8. Mansedumbre.

Ser amable, no enfadarse, tener buen trato .

9. Dominio de uno mismo.

Ayuda de Dios al hombre para dominar sus pasiones (Fil 4,13).
Según la Vulgata son doce. Gálatas 5, 23.
1. Caridad
2. Gozo
3. Paz
4. Paciencia
5. Benignidad.6..Bondad
7. Longanimidad.
8. Mansedumbre
9. Fe 

10. Modestia
11. Continencia
12. Castidad
La Vulgata pone doce frutos debido al doble significado de los sustantivos griegos de tres frutos, a saber:
Paciencia y magnanimidad;  mansedumbre y  modestia; dominio de sí mismo y  castidad.

Mn Joan Serra